lunes, 15 de diciembre de 2014

Yo tanto soñaba la muerte...

Ahí en donde otrora el estaño cubría de sopor mis letargos,
Ahí en donde el metal colorado llevara puesto las puestas,
Puestas de sol, de verde naranjado, chispas de rabia violeta,
Labios prestados. Cascos de azúcar, ríos de verdura, llevaban canastas en ellos,
Al cabezal de sus cabezas, los cascos puestos.

Ahí en donde lluvias a estancias, días de cuartos cerrados,
Miraba curioso las velas, del cuarto a cuartos, cautivo.
Cientos de noches llevaba con ojos de llanto, cientos de sombras,
Cientos de verdes aloques, ahí en donde otrora a narcosis,
Mil ilusiones vagaban, con tanto pesar por mi cabeza.

Y al otro día llevaran canastos, duros tejidos moderan prolapsos,
Morenas con cabezas de arco; pieles de serpiente, tripas de ganso.
Llevaban días desfilando, a centenas de cuando en cuando,
Cuarto de velas quemando, mis ojos de tanto llanto.

Que no digan que la espera vale aguardo, que ni al sol ni al canto valen tanto,
Sueños de vida acabados, giraban de vez en cuando en torno al recuerdo.
Viejas casuchas podridas de barro, mirando de miras otro tanto,
El rey envidia a los pobres, a los que tan libres corren, ¡tan libres deambulan!
Y hasta el clavo que rige la puerta, tiembla de tanto espanto.

Nunca jamás estos ojos vieron tanto, ni de granos los granos, barras o ramos,
Otrora en este pico veía los estaños; azules, granates, ¡naranjas cetrinos!
Y el día en que vería el monte entornado, tal madrugada de marzo,
No llegaría,
Al verse las velas, denegras, muerte que entume cansancio, ¡que ruede por la ancha vereda!
Si al sol de luces primarias, tengo que morir por la luz ahogado,
Que sea como sea, ¡no aguanto más! Vengan y estaré esperando. (Con anchas cruces en ambos ojos)

martes, 2 de diciembre de 2014

Abres bien la boca
Y de ella brota lo que brota
Cada vez que se abre una boca.

Subes bien los dientes
Y en ellos tironea la garganta
En ellos se vuelcan las lamidas
En ellos, los fumados
Manchados de sarro y lenguaraces
En ellos se notan los tajos
Frugales, hurgados.

Se ciñen tus labios de sangre
Y de ellos ruge el hojaldre
Que ha de seguir hablando
Que ha de seguir subiendo
A crujes, a humazos.

Se inyectan tus ojos de grana
Y baja la neblina al pozo,
Resuellas como resoplas
Solo por abrir la boca
Solo por agriar la madera
Solo por dentar el polvillo.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Los viejos tiempos en que me mirabas a la cara
De reojo entumecido, sobre tu cama.
Los viejos tiempos remotos en que girabas las sábanas
Y nos adormecíamos los muslos de caricias.
Los viejos tiempos en que no importaba nada
Ni hablábamos de nada que no fuesen besos.
Los viejos tiempos de rasguños y gemidos
De pasos lentos por la alcoba y sus pasillos rancios.
Los viejos tiempos de mirarnos con mieles pegajosas
De hartarnos la vista con nuestras pupilas impregnadas.
Los viejos tiempos de atestarnos de poesía
De golosear las letras de nuestra cintura.
Los viejos tiempos caídos de efusión idéntica
De lengüetazos y suspiros de calor interminable.
Los viejos días que pasábamos rodeados de algodón egipcio
Metidos entre sábanas sin nombre de lugares movidos.
Los viejos tiempos de crispadas tolvaneras
De llenarse las manos con pieles y nunca acabar.
Hay que recordar los viejos tiempos del cansancio
Recordar los vívidos recuerdos que nos quedan de los viejos tiempos
Antes del cataclismo.

lunes, 10 de noviembre de 2014



Tus ojos son una palabra vana, tu cuerpo acuclillado en duermevela.
Deja ya ese coraje a la intemperie quejumbroso. Déjate fluir por los rabiosos canales de la reguera.
Déjate tumbar por mis manos gruesas y pesadas que con un fresco recoveco de entendimiento se dejan ovillar por tus incertidumbres.
Déjate caer al suelo.
Dulce río de ardor enmelado, desbarata sus trozos jadeantes al dispuesto hoyuelo de sus mejillas.
Trenza tus dedos encrespados en la silueta de la sombra ebria, de la noche taciturna de figuras.
Es la noche en la que la vanidad ha venido a cobrarte el tiempo malgastado, la vanidad que acechaba tu vida cuando eras vida, y no has tenido suerte al llamarme a traerte al suelo a hincarme en tu figura hinchada.
No has objetado lo que te atañía desde antes y ahora contemplas la suerte vertida por tu mirar. No has cambiado el sutil destello de tus murmullos, ahora déjate llevar por mi abrazo de calma al río que te llama anhelante.
No es la culpa esa lengua que manosea tu envergadura, no es nada si no tus propios labios que exigen recogerse. Esos latidos de gotas de vida que aún escuchas, son a tu espinazo el contorno de hiel de la penumbra.
Eres lo que fuiste en la vida, y hoy te conduces de los brazos de una osamenta.
Te palpas la frente en busca de una cordura, una que ya has olvidado, un renglón que se ha deshecho en el cauce de lo que antes eras.
Ahora déjate llevar por las venas, al laberinto. No ejerzas más fuerza en tus miembros inyectados; aquel ventanal que a lo alto y ancho del muro avanzaba los tenues destellos a tu contorno, marcará el punto exacto en que aprendiste a dejarte llevar.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Tuerces las cortinas
Cuesta abajo
Tumbando con los nervios
El desasosiego fibroso
Estupefacto
Al cierre de los ganglios
Morosos
De un pescuezo.

Con el crispado retortijón
Que se pellizca la meretriz
Te galvanizas en el estanque
Malévolo
Con bogavantes aturdidos
Flema y sargazos
Por el incansable triturar
De los retazos
Ardientes de tu silueta.

Mientras la sed ferviente
Destila oasis, perversión
Brusco axioma de intervalos
Entre dos lánguidos
Entre cinco dedos arremedados
En los viles renglones
Frotas con la mirada harta
Entumecida y amoratada
La hoz de cuesto alcance fija
El lapidado tajamar de tus pestañas.

Abandonas la nidada
De cenizas despojadas
De favelas de cuervos
Pues hoy es el día
De romper el eclipse con los dientes,
Hoy es el día de sentarse
En el peñasco nocturno
Y hablarlo todo.
De salpicar con brusquedad
Tantas palabras
Que ya no caben en una gota
En una almeja ronca.
Día de contemplar lo urbano,
De elegir la ruta de vuelo
A las claras
Volver de nuevo.

Almorzaremos en el risco
Arremolinado
En la yerba soleada
Laguna de sol
Trotar en el fumadero
En el periférico
Tan vacío, tan agradable
Caribeño y pernil.

Verter la natilla en el iris
En la pintura de huevo
Correr en caminos reducidos
Al remoto hogar.
Casi resulta
Descabellado
El fugaz y sonoro
Estanque falaz.
Casi rebotan en fingimiento
La roca o los pedazos
En el caldo de plumas
Casi no hay plan de volver
Ni de regresar jamás.

sábado, 25 de octubre de 2014

Pulverizó el teclado con sus blandas manos. Sus blandas manos sin guantes.
Desprendían un olor nauseabundo a hule quemado. Sus blandas manos, frágiles, elásticas, sin coyunturas ni bases. Se veían brincotear de aquí para allá, chapoteando en una ciénaga de su propio tinte. Se les veía rebotar y salir chiflando por la alacena. Se veía a sus ágiles dedos lacios y plegados tamborilear al borde de la mesa. Se reían del pie machucado por la pata frisca, o del temblor repentino de la garganta. Se contorneaban en espasmos de alegría, al corroer el papel tapizado o al oír graznar con rabia a su amo mudo. Se fisgaban las uñas, se rascaban justo en las yemas. Pero tras un fin de semana pesado y un viaje amargo caminando por la rueda del coche, las blandas manos sin guantes se sentían exhaustas.
Ni al ser cautivadas por el bailoteo de la abigarrada, dueña de su deseo, fruto de sus únicas conquistas. Ni aún tras el sutil dedeo a la erizada membrana o al desdibujado labio fruncido se sentían felices. Mermaban los días o segundos, anhelaban los jueves pasados en los que la vida les había sido más grata.
La mugre de los húmedos tiempos perdidos, degradaba las hondas ojeras que las tenían nerviosas y alteradas. Se cogían los aceitosos codos, se frotaban por las pieles de gallina. Dieron con un trémulo silencio al mínimo relieve de sus contornos. Gratinaron sus poros de esencias y se vaciaron en un mar de llantos.
Ahora las blandas manos, agrestes y aturdidas; amalgamadas, se vertieron cansadas y ásperas en los guantes blancos puestos junto a la mesilla de noche. Ahora dormitan con los párpados ocultos, aún activas y riendo, aún lustrosas.

domingo, 19 de octubre de 2014

AVISO A LOS ESCASÍSIMOS LECTORES DE ESTE BLOG:

He creado una nueva página web funcional en donde continuaré publicando mis escritos, además de otras cosas de temática artística. El link de esta nueva página lo encontrarán en la barra de su derecha. O si no, aquí está:
http://splashfoop.wix.com/disertaciones

Les notifico que he decidido seguir publicando asimismo en este blog. Al menos por el momento.
Las palabras mordidas,
Cucharadas de mordidas tuyas dadas,
Las cortinas de cabellos pelirrojos,
De los veranos ciegos y azules en la playa
¿Recuerdas?
Tu aliento de tenue hartazgo, reseco,
Tu mueca de somnolencia y prisa,
Nuestra situación de huida o estrés,
Jamás dada una oportunidad de escape.

La callada golondrina que posa su plumaje en la arena,
Como cuando canta la llovizna en nuestras cabezas,
¿Faltaba más?
O, ¿Qué tal los truenos de furia?
Solo necesitábamos algo, y éramos ahí,
Éramos nosotros,
Estábamos los dos, en la playa recubierta de viento,
De cuando llora la tierra o nos quiere herir,
Y nos juntamos más que nunca.

Y nos hicimos más amigos de lo que jamás habíamos sido.
Tu ropaje se desvaneció en pleno apogeo,
Crujiendo la suerte,
Solo las olas nos advertían con desconcierto (o a nuestro reflejo en ellas),
Cambiar de un humor de perros a un picaresco arrumaco,
Y nos tumbamos en pleno remolino,
Desnudos, hasta el amanecer,
Ceñidos de aletargado aliento,
Como si importase un bledo que el mundo cayese encima nuestro,
O en nuestra mirada;
Éramos jóvenes y babosos.

Pero ¡ah! Que al nacer el alba de nuevo nos íbamos,
Y éramos tal como el día pasado, que jamás volvimos a mordernos de forma tal,
Que hasta ahora que recuerdo viejos tiempos tan remotos,
No cabe duda de que todo es cuestión de aclimatarnos.

miércoles, 15 de octubre de 2014

El larvario cardenal con su talle escarlata exudando chiclosidad, con su miembro tieso e hinchado al aire, con su trozo despuntado y rojizo, con la pieza relamida apuntado arriba, escurriendo, encosquillada, sus pezones recios de roca, su traje granate empapado de fluidos. Sus chorros de escupefuego peliculares saltando en espasmos chillones, su esófago en una fiesta bucal; el picapedrero atragantado, el católico visitando el cosmos. Con el vientre inflamado de baba, el sebo del disfrute ahondado en la barriga. Un trazo quejoso en la exhalación: entumecimiento en sus dedos recubiertos de crema; el hedor a quesillo de sus clavículas. El cansancio y deslizamiento del pecho: pentagrama de una orden, con el cuerpo entero arrastrándose en capullo; con el gracioso desliz de una larva, enjabonado como puerco en su cochambre, cual quiebraplata retozando en la yerba, con los anchos codos de grasa empujando las losetas. Pareciera un estival cucurucho, un circense y pintoresco payaso de rueda, un bruñido e inmundo gusano larval, danzando al son de su musculatura en bullicio, bramando cual brama un perro mullido; sus tersos poros dilatados pararon al fin, asomando la vista hacia su coyuntura craneal, botando la lengua al vacío, sus pupilas desacopladas, su cuerpo frenando el rugido; condenado de risa, encaminado al abismo.
Desmelenada al tocar o al rozar,
La coyuntura de mi llanta enroscada en su propia baba,
Como aletargada la plasticidad del hule-espuma,
En viernes de café negro,
Girando las sonrisas quisquillosas al voltear y ver orquídeas en la mesa,
El vértigo servido en los platos de cobre,
Las gargantas jolgoriosas de brillantez,
Y el trago amargo del repudio en boca.

Vertiste la comezón por el tragaluz,
Me cosiste los labios con tus trémulas miradas,
Achatadas;
Tus vertiginosas caricias de entumecimiento,
Tus portazos de huida al despegar el alba.

Después de tu mordida; una ballesta,
La hinchazón somnolienta del piquete de una avispa,
El estrago de las uñas al sumirse en mis ávidos poros,
El goteo escurrido de la corona de espinas.

Menguando la aturdida pluralidad;
Bailoteamos unidos hacia el espejo,
Levantando la barbilla; allá sobre la laxa madera,
Con calcetines o puros o cigarros en las blandas manos,
O como sujetos del cuello a fierros,
Mirándonos danzar al son de los tenues destellos,
Cubiertos con un manto aterciopelado y un manojo de alcayatas.

Somos como dos bebés vocingleros;
Con mangas pellizcadas y suelas de epidermis,
Cediendo a nuestros esfínteres con soltura,
Los esófagos ceñidos en lumbre y resequedad,
Los gritos de risa al romper en huida:
La estaca y el clavo en la bastedad.

Tú eliges; como cada quien elige su victoria,
Aborrascarnos a mordidas, o tragarnos,
En el despliegue de tu contenido esmero,
O sentarnos en la frialdad del suelo sin mirarnos siquiera.

Refulgente como el soleado ramalazo,
Tendido en un picotazo relamido,
Vertiéndonos las moras chillonas:
Los tenues vistazos o salpicaduras,
Los vivaces y acorralados chorros,
De enfermos coágulos y lágrimas exhaladas.

Crecientes en mi columna quebrada,
Los bultos homogéneos de belleza,
Los picotazos placenteros del último momento,
Los espectrogramas eficaces de la quemazón,
Los oblongos estiramientos de las arterias,
La fracción de segundo de una muerte súbita o preparada con antelación.
Visionado el terso griterío,
Que quiera que quite de la silla el salero,
O arranque de las patas del gato el cordel de su bufanda,
Difuso o perdido en la fragilidad, el propio y risueño fandango,
Hipnotizado por la luminiscencia.

Delicioso me resulta; el acaparar el viento a gritos bruscos,
El despegar de tus cuencas craneales sus tímpanos,
El desbaratar los vidrios de las casas,
O el desgarrar mis cuerdas de arpa de la cavidad,
Por solo el poder de fragmentar su frágil estructura,
Por solo el poder de morderme las palabras.

Tus párpados engordan mi locura,
La bastedad, el infinito pensamiento,
El muro recubierto de musgo que nace abrupto,
La trágica suerte de la cabellera ahogada en un mar de losetas.

Abocado a caer por el perpendicular risco,
Que se extiende a través de,
La puerquita / El punzón / La lloradera:
(Gangrenado,
Cebando al piso,
Jalado de una cuerda,
Al cuello,
Arrastrando,
El esfínter vacío,
Y tal cual,
El cerdo en bullicio,
Llevado a la fuerza,
Por el granjero engrosado,
A un infernal desvarío;
O si fuese una vaca,
Si tuviese una rosca,
Su lengua rozando el aire.)

En este gigantesco tumulto y embrollo de desaires:
El que traiga consigo un brote de enajenación, perderá la conciencia con la vista fija en una lengüeta adosada.

domingo, 12 de octubre de 2014



Solo llevadme al caos,
Solo al caos llevadme,
Borrasca,
Me entierras y,
Al bramar, ¿lo has hecho por verme pálido y tendido?
Borrasca, llevadme al caos,
Llevadme al caos, llevadme.

Tras de mí, un simple puñado de ideas,
Tras de mí, un solo puñado de mí,
De mí tras de mí,
Baja ciencia,
No hay nada más que esto,
De mí, del caos,
No hay nada más.

Ya hasta al hartazgo,
De vidas, las vidas,
Como un fulminante fulgor,
Las vidas deshechas,
Como la nieve de la nieve,
O el barro del barro;
La simpleza.

Una terquedad,
Otras más tras de mí,
De mí tras de mí o detrás de mí,
Otra vez andando,
Otra vez en dirección opuesta, cabizbajo,
Ya basta.

Serio yo ¿serer?
Ser del que nada queda,
Ser que queda del nada,
Ya nada queda, ya nada,
Ser otra vez, continuo,
Yo no sé…

¿Para qué sirve saber?
Para olvidar,
¿Para qué sirve olvidar?
Para saber,
Sirve olvidar, para saber,
Para saber sirve olvidar.

Nieve de la nieve,
Sobria secuencia,
Nada del caer, nada del chocar,
Nada de la carencia,
Solo martilleo, mudo,
Solo estrepitoso silencio.

Si hay algo que saber, lo sabré,
Si algo sabré, no sabré nada,
Si algo sé y no sé nada,
Jamás supe nada,
Jamás hubo nada que saber.

No serás mi amor nunca serás
Tu latir quiebra mi memoria quebrada
Estoy ciego de polvo estoy cegado
Hay una voz de muerte una voz que grita
Tus memorias rupestres en mi memoria
Veré al nervioso sol trémulo astro
Desgastado de muescas en desgaste
Tumbado al mar de mar tumbado al mar
Trémulo de amor de vida enamorado
Que se lleva el calor que se lo lleve
No serás mi amor jamás serás
Y no viviré para verlo no viviré para decirlo.

lunes, 6 de octubre de 2014

Las manos tendidas de plata,
Las manos de calcio o de fierro,
¿A qué regimiento de verdugos pertenece ese mísero hilo, que cuelga hambreado de un estuco, clavado con un clavo de collares, al que brama la carne en su carne, refulgente de saliva granulada?
Las manos no retumban, mugen,
Y no lloran las que acarician,
Sus caricias perladas de electricidad,
Sus trémulos fulgores de mármol,
Y ¿no nos dominan entonces sus coyunturas repletas de encimas, de baba derritiéndose en una cascada de brasas dominantes, en el ya corazón de la tierra, durmiente hace tiempo bajo la sombra del mismo roce, en el mismo angosto espacio, planta de un árbol que nunca ha muerto, que aún atrae su manto a sus piernas, bañadas con rosas y flores sus prontas raíces cansadas y viejas, sus tercos trozos de corteza, negados a la caída, destinados a la extinción inminente, pavorosas de sus misma impaciencia, cualidad que les heredó el tiempo y la firmeza?
No pueden si no llorar, desesperadas,
Pataleando, insaciables de alimento tóxico, la carne que ya no es carne,
Agarrándose firmemente entrelazadas por encimas de rocío,
Y el labio que yergue tendido, blancuzco y adormilado,
Los huesos bañados en tristeza plateada, venida del fruto del vientre de la madre que no es su madre,
La etérea vivacidad de sus cascadas, aún cayendo en armónico sinsentido,
Bajada, subida, bajada: un ciclo incesante, un no terminar infinito,
O una negación a su propia existencia incierta,
Vague, del tortuoso sinsentido, cáscara de años prematuros, vacía de sangre, hueca de asfixia.
¿No debería vagar el desmoronamiento de su templo bendito, en una simple y oscura vanidad sin forma, acusada de desobediencia, tambaleando de susto, cansada, o llevada el borde de su tosco y bravo apéndice de nervios, hirviendo en un caldo vivo de pétalos quemados y terciopelo, de brasas, de espinas, de plumas y de incesantes chillidos de sol, de trucos abiertos a la nada, que mira sin apartar la mirada ese vórtice de desazón?

domingo, 5 de octubre de 2014

Fiesta de embriague, en el bullicio; las horas
Tocando a la puerta, los corazones frenando: el frio,
Si así lloran los vicios, las verdades,
Si así ocultan sus molestias,
Llevarme atado a llorar mis propias verdades,
Llevarme atado a llorar mis propios vicios,
Que si el ser humano y sus molestias,
Si el mismo sonrojo, causa de sus molestias,
Yo no sé, así no vivo.

Y si así vive la gente, de ligada
Y si así no viven las demás bestias
Hartarme de estas paredes, de lleno,
Irme a donde,
No hay donde,
Llevármelo conmigo ¿el qué?
Solo envolverlo,
Yo mismo me envuelvo,
Me lo llevo yo mismo, envuelto.

Tras de mí, no hay nada, ni negrura,
Si tras de mí no hay nada, ni negrura,
Si frente a mí, no hay nada, ni vacío,
Tú que estás al lado, date la vuelta y dame la cara,
Comparte tus miradas teñidas de fugaces,
Así al compartirlas, las miradas fugaces nos privaran de la locura,
Las miradas fugaces, al compartirlas no se extinguirán en lo vano.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Ajeno el perro brusco los domingos,
Con una mísera hilvanada salival,
Su pelaje recubierto de fango adusto,
Su piel leprosa engrasada en tuberculosis,
El perro avorazado de huesos.

Su laxitud tanteable,
Despellejable,
Su rebuscado pelaje,
Su esgrima,
Lagañosa.
Recubierto de espuma,
En una lámina,
Su etrusco cuerpo.

Su pata caída,
Su paso cojeante,
Su ojo encerado,
Su ladrido de lobo:

Más allá atrás, desde el verde callejón a la alumbrada,
Un prisco y una bata morderían al perro,
El metal brilloso del bote lo cubriría,
Su pelaje moroso sería oscuro por la mugre.

Desde el vasto remiso,
El animal se haría de bronce,
Descomponiendo su carne,
Fosilizando su figura;
El tarugo y corriente se haría de dinero,
Y cualquier obeso-insatisfecho ávido de fama,
Lo adquiriría aún cuando le costase una pierna.

Ya con fama el mecanizado aturdido,
Resplandeciente de gloria y de lujos,
Ya con la pata enderezada y la pose corregida,
Ya con los huesos firmes y la mirada deshecha,
No podría si no añorar,
Haciendo trotar ésta en la lejanía,
Y su vientre desmontado pronto sería tendido,
Su carne carente, de prisa examinada,
Y su piel ficticia arrancada con un bisturí.
Aún robotizado el vagabundo:
Para siempre estaría perdido.

viernes, 26 de septiembre de 2014




Bajo el ajado
Molesto
Y excesivo
Bajo el umbral de un nuevo día
Tal vez el último
Ahí justamente
Asomado
Siempre al borde del puente
Acostado
Con la barbilla tiesa
Y los hombros atentos
Como si una revelación
O un susto
Casi cómico
Como si me hubiese caído
Si bien yo mismo me había acostado
Como si necesitara
Un empujón a ciegas
De mis propios brazos
Como si quisiera
Resbalarme a la fuerza
Más con temor a la caída
Temiendo al fondo
Del angosto abismo
Aun aborreciendo
El límite de mi espalda
Y la luz clara en ella
Con ilusorios barrotes
Estáticos
Sujetos a mi cuerpo
Clavados al suelo.
Aún con el triste viento
Silbando
No tan espeluznante
Bajando lentamente por los nervios
Atravesando quedamente
Los poros tensos
Con el sabor del nerviosismo
Y su suspiro malvado
Mugiente y sugestivo
Colocado tras mi espalda
Encima mío
Llevaba ahí conmigo
El mismo miedo
El mismo recelo desasosegante
El mismo llamativo pavor
Magnético
Que me tenía fijo
Ahí eternamente
Atento a la nada
Como hipnotizado por un repudio
Desafiante
Esperando
Tan solo esperando
Ya fuera el momento
El día
El instante propio del cataclismo
El derrumbe del abastecimiento
Del contorno
Tambaleante y dudoso
Con los ojos bien ABIERTOS
Como dos lunas
Exprimiendo con mis manos
La tensa rocallosa
Ahí vivía yo
Comiendo miedo
Desafiante al momento
Del hundimiento
Algo que pasaría de pronto
Y me llevaría consigo
Yo ya sería de plomo
Y de plomo caería
Y de plomo
Me rompería en pedazos al chocar al fondo
Pero mi temor
Era más expectativa
Mi temor no tenía cordura
Mi temor era esperar
Que alguien pasara
Y me tronara el cráneo
Dos pisadas
Solo dos fugaces movimientos
Trastocados
Y entonces el puente
Se derrumbaría
Yo no estaría vivo para verlo caer
Y verme caer con el
Y ver caer al pisador conmigo
Ni siquiera sé
Distinguir el fondo con el miedo
Tan remoto resulta
Mi vida
Mi cuerpo
Madurando y casi cadavérico
A mitad de un desatino
Encima de un naufragio
Con la llave
Con la llave
Que abriría
Mis ojos a la muerte.

 

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