lunes, 15 de diciembre de 2014

Yo tanto soñaba la muerte...

Ahí en donde otrora el estaño cubría de sopor mis letargos,
Ahí en donde el metal colorado llevara puesto las puestas,
Puestas de sol, de verde naranjado, chispas de rabia violeta,
Labios prestados. Cascos de azúcar, ríos de verdura, llevaban canastas en ellos,
Al cabezal de sus cabezas, los cascos puestos.

Ahí en donde lluvias a estancias, días de cuartos cerrados,
Miraba curioso las velas, del cuarto a cuartos, cautivo.
Cientos de noches llevaba con ojos de llanto, cientos de sombras,
Cientos de verdes aloques, ahí en donde otrora a narcosis,
Mil ilusiones vagaban, con tanto pesar por mi cabeza.

Y al otro día llevaran canastos, duros tejidos moderan prolapsos,
Morenas con cabezas de arco; pieles de serpiente, tripas de ganso.
Llevaban días desfilando, a centenas de cuando en cuando,
Cuarto de velas quemando, mis ojos de tanto llanto.

Que no digan que la espera vale aguardo, que ni al sol ni al canto valen tanto,
Sueños de vida acabados, giraban de vez en cuando en torno al recuerdo.
Viejas casuchas podridas de barro, mirando de miras otro tanto,
El rey envidia a los pobres, a los que tan libres corren, ¡tan libres deambulan!
Y hasta el clavo que rige la puerta, tiembla de tanto espanto.

Nunca jamás estos ojos vieron tanto, ni de granos los granos, barras o ramos,
Otrora en este pico veía los estaños; azules, granates, ¡naranjas cetrinos!
Y el día en que vería el monte entornado, tal madrugada de marzo,
No llegaría,
Al verse las velas, denegras, muerte que entume cansancio, ¡que ruede por la ancha vereda!
Si al sol de luces primarias, tengo que morir por la luz ahogado,
Que sea como sea, ¡no aguanto más! Vengan y estaré esperando. (Con anchas cruces en ambos ojos)

martes, 2 de diciembre de 2014

Abres bien la boca
Y de ella brota lo que brota
Cada vez que se abre una boca.

Subes bien los dientes
Y en ellos tironea la garganta
En ellos se vuelcan las lamidas
En ellos, los fumados
Manchados de sarro y lenguaraces
En ellos se notan los tajos
Frugales, hurgados.

Se ciñen tus labios de sangre
Y de ellos ruge el hojaldre
Que ha de seguir hablando
Que ha de seguir subiendo
A crujes, a humazos.

Se inyectan tus ojos de grana
Y baja la neblina al pozo,
Resuellas como resoplas
Solo por abrir la boca
Solo por agriar la madera
Solo por dentar el polvillo.

 

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