martes, 24 de febrero de 2015

Como el maremoto de un artificio. Así te veo.
Encendido. Llenas tus retinas de vivencias ansiosas.
Cada noche y todas las noches del tiempo.
Así te veo. De órbita deslizadora. Color de mil novecientos.
Me dejó la libertad por tus manos devoradas.
Como lazos descompuestos. Dedos huecos y agotados.
Y la espesura: El perdón de todos los que alguna vez robaron.
Éxtasis. Una tregua entre el mal mentiroso. La noche infiel.
El mirar en puntas de dos mil años.
Si me dejo caer. Y ruedo por entre todas las piedras.
Si me quiebro y me rasguño. Uno rasguñado de tus labios blancos.
De tu habilidad. Si me visto en algas y vapores tropezados.
Se me siente caluroso por la esteticidad.
¡Ah, la caída! Como una hoguera al volcarse.
Una que se sienta al borde de la violencia.
El ardor entre cada visita y cada cierre. Los párpados.
De pieles entumecidas por la desintegración.
Te veo como la caminata. No como el cuerpo de un niño nunca
nombrado. Un morir imprescindible. Cíclico. Caduco.
Si me levantase. En movimiento tan burdo.
En vanidad. Cercado por la embriaguez. Para ver los lazos del
monumento. En cualquier movimiento perverso.
Tú has hecho y deshecho como sol y carne: La verdad absoluta de todas
las cosas del mundo.
Pero es una copia infame. De todo lo que conozco.
Una volcada. Callosa. Elíptica.
Tú que has hecho la vuelta del cierre. De triste hartazgo.
Una caída que no tiene fin. Como el mareado oleaje.
Y destronamiento infinito. Y estallamientos. Y miradas tan crueles.
Como raciones de medio soliloquio.
Si cancelas ese caer en la artificialidad. Si cierras el sentirte culpable.
Este pensarse culpable y castigado. Perforado a oscuras. Para dejar de
sentirte a medio espacio de la vereda. Del viento estático.
Sin condenar. Poco a poco. Tendido.
Así a un poco. De dejarte ver. A medias.


martes, 10 de febrero de 2015



Si la noche se troncha de maderas
trónchala de quemaduras
con tus dedos quemados y absortos que
semejan despintarse
Hay aciertos y cegueras
Indómitas por tu venida
Hay tras esa nacarada manta
de tu rostro escénico y pasmado
uno de mis hermanos que dormido
por tus dos manos
alza la frente a la angustia
y no teme replicarte noche áspera
porque como no te tronchas a ti misma
no sugieres ni parpadeas
y por ello no estás viva ni respiras.
Paseo mis dedos en la vereda de tu carne, hacia tu algaba de lodo envenenado.
Cubres mis rasguños de besos noctámbulos, como un charol de lluvia y chasquidos.
Tú alzas las yagas de tus gritos.
Yo alzo el silencio, los rugidos.
Mis jemes ondean en tu pedregal hundido, en tu abadejo que brota por la herida.
Tú cierras los labios de vida, cantas los coros de fuerza.
Mi piel se contrae en un flujo inyectado.
Se hieren de rojo tus besos, se muerden la rosaleda.
Yo me bebo tus dedeos, como un elixir de teclas. Tus uñas empadradas de mi boca, juguetean como los cuellos de los cisnes.
Es un gateo de raudales; rasguños verdinegros. Es un balanceo de los poros; ya erectos, ya empapados.
Es un blanqueo de tus retinas, un contorneo de tus salientes.
Mi cuerpo empujado se vierte en las aguas del mundo...
De pronto tu rostro se humea de vapor, como un bochorno desnucante.
Del todo en alianza nace un estornudo, como una erupción de chispazos...
Y en un mandato de destreza, se enjuagan nuestros pliegues, se curten tus fresas; tu voz hierve de nuevo en un choque, a soplos rechinan mis dientes, se rozan nuestros fondillos, se curan de viento mis latidos, se abren las fauces del cosmos, se parten en pares los gañidos.
Yo soy mis ojos arteriales. Soy mis manos que zumban, soy mis dedos que se agrietan.
Soy el ruido endemoniado, que divide las mandíbulas. Yo chasqueo con rapiña las cutículas de cada estrofa,
Quiero desplomarme y no volver a levantar los muslos. Yo iré piedra por piedra en los renglones de una ostentación,
Yo atropello esos grilletes que agarran por la lengua a los periodistas, hay un tizne huracanado que a mis palmas grita lírica, y que cubre mis muñecas con sangraza.
Yo soy el núcleo de un cosmos girando alrededor de mi musculatura, que juega a ser verídico. Que se amarra a un reflector fundido, que se cuelga de un mantel de entrañas...
Vivo en un papel magreado, por huesos de tragedia y crudeza convulsiva.
Voy a recostarme en un tropel en blanco, para que siga la manada de tecleos.
Que cuando se abra de piernas la Señora Inspiración, y muestre sus pechos dormidos, y desde el cielo aborte las palabras; llegue una humareda partida en hebras como llegan cada noche las canciones que silba un carnicero; bien arrechas y enamoradas.
Hacemos el amor entre vidrios rotos.
Tomamos al dolor de los tobillos: los huesos arrojados.
Jugamos con la muerte y su osamenta.
Patadas tronantes de niño.
Vertemos nuestros ojos en charolas de barro.
Cortamos nuestros miembros de cebada ¿de qué sirven?
Partimos la lunada, huyendo como forajidos de noche en una carretera quemada y llena de polvo.
Cachetadas tras un fugaz grito, de una madre que jura silencio a sus hijos.
Y hay fuegos, bolas de rabia que queman la vista, y parecen un juego de cerillos.
Podrías verter al nacimiento de tu llanto,
Una risa tan ansiosa, que parecerías estar de broma contigo mismo.
Podrías despegar de golpe y ponerte a tararear arreglos de cuerda.
Pero no sería correcto, ni sensato, ni valiente siquiera,
Derrotar una pasión tan rebosante, y llevarla al más frío de los olvidos.

Debes, eso sí, sacar la cara del abochornado almohadón,
Y también las piernas y los brazos y el tarugo corazón,
Debes dividir el dolor y deslavarlo tanto, que soportes llevarlo como una huella en el pecho.
Y debes colgar esos recuerdos, con un feo marco que ahuyente a la melancolía…
Y también, ¿por qué no? reírte de ti mismo por ser tan incauto.

Tendrás que apartar al amor de tu memoria, escaldar con cuidado esa tenue porción, como un cirujano de almas.
Tendrás que beber, follar y desahogarte.
Y gastar tanto dinero como no has tenido nunca en todos tus bolsillos.

Y creo que lo mejor sería dejarse de complicaciones, y guardar aquella sensación rebelde, que puede hacer chispear tus ojos, o hacerte desear la muerte bebida; en lo más recóndito de un cofre vetusto.
Todo en mi memoria es tan hermoso y verdadero. Una mujer en cuyo muslo izquierdo se postra un ave florada. Trigales inundados de rocío por el atardecer. Un subibaja de suspiros dados a un clarinete. Un par de enamorados que observan el mar arrebolarse.

Todo en mi memoria está cansado y es muy triste. Rostros de los hijos deformados por la guerra. Fotografías en blanco y negro en las que solo se mira el rencor y la miseria. Un cielo garboso y hollinado por las plagas. Quedos y aciagos sollozos.

Voy a cerrar los ojos y abrazarme las piernas. Todo me resulta extraño y no quiero marearme.

Este viento me ha viciado por un par de milenios, voy a cerrar los ojos y fingir que nada ha sucedido.
 

Copyright 2010 Disertaciones.

Theme by WordpressCenter.com.
Distributed by: best template blogger seo friendly best blogger game template | best japanese vpn cheap vpn gateway