lunes, 24 de noviembre de 2014
Los viejos tiempos en que me mirabas a la cara
De reojo entumecido, sobre tu cama.
Los viejos tiempos remotos en que girabas las sábanas
Y nos adormecíamos los muslos de caricias.
Los viejos tiempos en que no importaba nada
Ni hablábamos de nada que no fuesen besos.
Los viejos tiempos de rasguños y gemidos
De pasos lentos por la alcoba y sus pasillos rancios.
Los viejos tiempos de mirarnos con mieles pegajosas
De hartarnos la vista con nuestras pupilas impregnadas.
Los viejos tiempos de atestarnos de poesía
De golosear las letras de nuestra cintura.
Los viejos tiempos caídos de efusión idéntica
De lengüetazos y suspiros de calor interminable.
Los viejos días que pasábamos rodeados de algodón egipcio
Metidos entre sábanas sin nombre de lugares movidos.
Los viejos tiempos de crispadas tolvaneras
De llenarse las manos con pieles y nunca acabar.
Hay que recordar los viejos tiempos del cansancio
Recordar los vívidos recuerdos que nos quedan de los viejos tiempos
Antes del cataclismo.
De reojo entumecido, sobre tu cama.
Los viejos tiempos remotos en que girabas las sábanas
Y nos adormecíamos los muslos de caricias.
Los viejos tiempos en que no importaba nada
Ni hablábamos de nada que no fuesen besos.
Los viejos tiempos de rasguños y gemidos
De pasos lentos por la alcoba y sus pasillos rancios.
Los viejos tiempos de mirarnos con mieles pegajosas
De hartarnos la vista con nuestras pupilas impregnadas.
Los viejos tiempos de atestarnos de poesía
De golosear las letras de nuestra cintura.
Los viejos tiempos caídos de efusión idéntica
De lengüetazos y suspiros de calor interminable.
Los viejos días que pasábamos rodeados de algodón egipcio
Metidos entre sábanas sin nombre de lugares movidos.
Los viejos tiempos de crispadas tolvaneras
De llenarse las manos con pieles y nunca acabar.
Hay que recordar los viejos tiempos del cansancio
Recordar los vívidos recuerdos que nos quedan de los viejos tiempos
Antes del cataclismo.
lunes, 10 de noviembre de 2014
Tus ojos son una palabra vana, tu cuerpo acuclillado en
duermevela.
Deja ya ese coraje a la intemperie quejumbroso. Déjate fluir
por los rabiosos canales de la reguera.
Déjate tumbar por mis manos gruesas y pesadas que con un
fresco recoveco de entendimiento se dejan ovillar por tus incertidumbres.
Déjate caer al suelo.
Dulce río de ardor enmelado, desbarata sus trozos jadeantes
al dispuesto hoyuelo de sus mejillas.
Trenza tus dedos encrespados en la silueta de la sombra
ebria, de la noche taciturna de figuras.
Es la noche en la que la vanidad ha venido a cobrarte el tiempo
malgastado, la vanidad que acechaba tu vida cuando eras vida, y no has tenido
suerte al llamarme a traerte al suelo a hincarme en tu figura hinchada.
No has objetado lo que te atañía desde antes y ahora
contemplas la suerte vertida por tu mirar. No has cambiado el sutil destello de
tus murmullos, ahora déjate llevar por mi abrazo de calma al río que te llama
anhelante.
No es la culpa esa lengua que manosea tu envergadura, no es
nada si no tus propios labios que exigen recogerse. Esos latidos de gotas de
vida que aún escuchas, son a tu espinazo el contorno de hiel de la penumbra.
Eres lo que fuiste en la vida, y hoy te conduces de los
brazos de una osamenta.
Te palpas la frente en busca de una cordura, una que ya has
olvidado, un renglón que se ha deshecho en el cauce de lo que antes eras.
Ahora déjate llevar por las venas, al laberinto. No ejerzas
más fuerza en tus miembros inyectados; aquel ventanal que a lo alto y ancho del
muro avanzaba los tenues destellos a tu contorno, marcará el punto exacto en
que aprendiste a dejarte llevar.
jueves, 6 de noviembre de 2014
Tuerces las cortinas
Cuesta abajo
Tumbando con los nervios
El desasosiego fibroso
Estupefacto
Al cierre de los ganglios
Morosos
De un pescuezo.
Con el crispado retortijón
Que se pellizca la meretriz
Te galvanizas en el estanque
Malévolo
Con bogavantes aturdidos
Flema y sargazos
Por el incansable triturar
De los retazos
Ardientes de tu silueta.
Mientras la sed ferviente
Destila oasis, perversión
Brusco axioma de intervalos
Entre dos lánguidos
Entre cinco dedos arremedados
En los viles renglones
Frotas con la mirada harta
Entumecida y amoratada
La hoz de cuesto alcance fija
El lapidado tajamar de tus pestañas.
Abandonas la nidada
De cenizas despojadas
De favelas de cuervos
Pues hoy es el día
De romper el eclipse con los dientes,
Hoy es el día de sentarse
En el peñasco nocturno
Y hablarlo todo.
De salpicar con brusquedad
Tantas palabras
Que ya no caben en una gota
En una almeja ronca.
Día de contemplar lo urbano,
De elegir la ruta de vuelo
A las claras
Volver de nuevo.
Almorzaremos en el risco
Arremolinado
En la yerba soleada
Laguna de sol
Trotar en el fumadero
En el periférico
Tan vacío, tan agradable
Caribeño y pernil.
Verter la natilla en el iris
En la pintura de huevo
Correr en caminos reducidos
Al remoto hogar.
Casi resulta
Descabellado
El fugaz y sonoro
Estanque falaz.
Casi rebotan en fingimiento
La roca o los pedazos
En el caldo de plumas
Casi no hay plan de volver
Ni de regresar jamás.
Cuesta abajo
Tumbando con los nervios
El desasosiego fibroso
Estupefacto
Al cierre de los ganglios
Morosos
De un pescuezo.
Con el crispado retortijón
Que se pellizca la meretriz
Te galvanizas en el estanque
Malévolo
Con bogavantes aturdidos
Flema y sargazos
Por el incansable triturar
De los retazos
Ardientes de tu silueta.
Mientras la sed ferviente
Destila oasis, perversión
Brusco axioma de intervalos
Entre dos lánguidos
Entre cinco dedos arremedados
En los viles renglones
Frotas con la mirada harta
Entumecida y amoratada
La hoz de cuesto alcance fija
El lapidado tajamar de tus pestañas.
Abandonas la nidada
De cenizas despojadas
De favelas de cuervos
Pues hoy es el día
De romper el eclipse con los dientes,
Hoy es el día de sentarse
En el peñasco nocturno
Y hablarlo todo.
De salpicar con brusquedad
Tantas palabras
Que ya no caben en una gota
En una almeja ronca.
Día de contemplar lo urbano,
De elegir la ruta de vuelo
A las claras
Volver de nuevo.
Almorzaremos en el risco
Arremolinado
En la yerba soleada
Laguna de sol
Trotar en el fumadero
En el periférico
Tan vacío, tan agradable
Caribeño y pernil.
Verter la natilla en el iris
En la pintura de huevo
Correr en caminos reducidos
Al remoto hogar.
Casi resulta
Descabellado
El fugaz y sonoro
Estanque falaz.
Casi rebotan en fingimiento
La roca o los pedazos
En el caldo de plumas
Casi no hay plan de volver
Ni de regresar jamás.
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