Los corazones abocados a la locura

Los corazones abocados a la locura,

Una lluvia ensimismada de materia

Almas oblicuas,

Tú y yo, juntos en un bocado,

Nos abrazamos helados,

Nos teñimos con saliva amarga,

Los pétalos quemados de un lirio,

Un sentimiento, dulzón, angosto,

Juntos nosotros una tarde de Abril,

Y las olas de grata brisa rugiéndonos,

Esculturales cuerpos, en la gruta de tu cuerpo frío,

Mi calor ha escapado, en tu mordida.

Tú

He bajado de los montes de tu cuerpo desnudo,

He nadado por el océano de tus labios sinuosos,

He viajado por las recónditas selvas de tu físico oculto,

He corrido por los desiertos hirvientes de tu frente descalza,

He volado por tus ojos con mis alas azules,

He sentido el amor más poderoso,

Y sufrido al vivir un amor perdido,

Y he escrito tantos versos de tantas maneras,

Que si mi mirar en ti, lleno de gozo, me inspira escribir cientos más,

Este poema no terminará jamás.

Montón de brumas

Un destello tenue, de calor abrasivo,

Un suspiro fortuito de mi amor por el tuyo,

Un cosquilleo gracioso entre mi cuerpo sensible

Y el tuyo, adormecido, acariciado entre plumas impares.

Varias formas inmensas, de yertas yerbas vacilantes,

Justo como el sol que quema sin furia ni acierto,

Uno que chilla, y otro que ríe, tumbados, bajo la sombra de un gran espasmo,

La abundancia que fulmina el roce, creciente, nerviosa,

Y un tintero de cumplidos vacíos, que no provocan nada.

Una planta crece envolviendo todo,

La marea, agresiva, que produce espirales de gracias,

Un cierre certero, de doscientas manos llenas, ahogadas y envueltas.

Y hay otro elocuente desfile de caricias,

Y varios más miraderos de los que brotan sentires,

Solo una pasión, vive inmortal, como para acariciar tus labios adormecidos.

Pero hay otros gratos vagantes, repletos de locura y belleza.

Remolino de fuerza

Hierbas que crecen como lianas revueltas, envolviendo todo, y yo que miro a los aires, benévolo, en el cielo que gira cayendo en mi boca. El atisbo que absorbe tus mordidas, el silencio que trota de noche, sigiloso, en un suspiro, todo arremetiendo a mi garganta podrida, en remolino.

Y las flores y las hebras de sus pétalos quemados, y el enojo poderoso creciente en mi columna,  mi locura, que rugen en mí, todo eso, abundante. Y los rojos vivaces que tiñen los soles y los albores celestes que tiñen tus gritos, sin cesar, en mi cuerpo abultado unos clamores, se alimenta de ellos, bramando a fuerza palabras fusilantes.

Una pasión

Quiero que me mires sin destrozarme la mirada,

Quiero acariciarte sin prender fuego a tus párpados, maltrechos,

Quiero hundirme en lluvias y ríos de brasas,

Caminar como goteo, en tu cuerpo, sobre tus dedos.

Y tu aliento agitante y mi sentir náufrago,

En mi apasionado restriego, mi corazón mugiente.

Quiero el desespero que me provocan tus ojos,

Quiero mirar mi reflejo en las nubes y sentirme a un lado tuyo, punzante, trastornado.

El vaporoso centellar y los lirios brotando de tus cauces de cascadas,

¡Una llamarada de las hojas en mi mirar y mi mareo!

Otras lloviznas, desamparadas, resguardándose bajo mis brazos ardientes,

Otra vez un tibio deseo, un brote de pasión, de celos.

El amor pasado y perdido

Mueca de falsedad, de delirio,

Ya no encuentro en tu sonrisa un atisbo de locura,

Ni en tu mirada ficticia un momento de elocuencia,

Frías tus manos y tu piel corriente,

Y tu calidez antes evidente, una charada,

Tu desamor inoportuno, tu indiferencia, una realidad.

Y la constancia de tus caricias,

El apasionado restriego de tus besos calientes,

No es siquiera momentáneo, tan solo un recuerdo,

Un recuerdo que vive en mi corazón anhelante,

Un recuerdo comprimido, insulso y olvidado,

Que tan solo mencionártelo, te asustas,

Y huyes de mí como si te fuera repulsivo,

Y solo te quedas conmigo, para aparentar lo que eras antes, sin sentirlo,

Y yo pienso temeroso y doliente, en nuestro amor pasado,

Y en nuestro sentir descuidado, oculto en un rincón de lo que fue antes y jamás será de nuevo.