domingo, 13 de julio de 2014



En el punzante cuarto de calderas y sombras,
Germina un corazón lleno de cuentos y libre de mentiras,
Y la ponzoña que avanza por las venas tibias del yo certero,
Cayendo, y trayendo consigo otras maldades,
Ahí no hay viento ni espina, solo una vivacidad que palpita dentro del órgano amoroso,
Hay un armónico deseo entre varios hombres y entre varias mujeres, entre muchos niños,
Y entre tantas noches descalzas, con sinfín de corazones puros y mentes llanas,
Un espumoso y lacio venir de pasión con fuerza, avanza, rojizo, por escalones angostos,
Y no se encuentra si no perdido en un laberinto engañoso,
Ya no vienen los demás hombres y niños traviesos,
Siguen atrás en el grande y desgraciado, en un sentir indiferente e interminable, que no se salen, que jamás llegan.
No hay un concreto dolor ni un llamado cariño, pero si el que llegara contento, al mirar el amor en un solo fragmento,
Si lo devorase y lo sintiese dentro suyo, si no lo compartiese, lo perdería enseguida, en un intento vano de salir airoso,
La realidad; cientos de fragmentos consumidos y pulidos de forma, un rompecabezas inconsumable.
Pero es un pensar primitivo y grosero el considerar el mal como triunfante, aún antes de que suceda, cuando ni un solo atisbo de fuerza sale sin sangre del hoguerón de amores, y entonces al llegar, dirá el triunfante, que compartirá su amor eterno con otra persona sin desperdiciar ni un solo segundo, ni sentir un momento de enojo, ni un instante de duda.
Ahí esperará hasta que llegue el correcto anunciante, y se hará cada vez más fuerte y cada vez más bello, palpitando sin cesar hasta su hermoso encuentro.

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