jueves, 17 de julio de 2014
Hierbas que crecen como lianas revueltas, envolviendo todo,
y yo que miro a los aires, benévolo, en el cielo que gira cayendo en mi boca.
El atisbo que absorbe tus mordidas, el silencio que trota de noche, sigiloso,
en un suspiro, todo arremetiendo a mi garganta podrida, en remolino.
Y las flores y las hebras de sus pétalos quemados, y el enojo
poderoso creciente en mi columna, mi
locura, que rugen en mí, todo eso, abundante. Y los rojos vivaces que tiñen los
soles y los albores celestes que tiñen tus gritos, sin cesar, en mi cuerpo abultado
unos clamores, se alimenta de ellos, bramando a fuerza palabras fusilantes.
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