viernes, 11 de julio de 2014
Avanzo, trotando en techos lacios,
Cabalgando en chimeneas,
Escalando por ventanas de azulejos,
Yo avanzo, carcomido de las manos,
Mordiéndome los pies atados,
Con sombrero de necias flores, con una máscara mohosa y
terca, verdosa,
Mi rostro oculto, calcinado, mi piel entrelazada, de tejidos
de madera,
Mi carne de mármol y pedrería, falsedad, ternura,
Yo avanzo,
Estirándome por edificios de ruedas y escombros,
Pegando mis dedos como rana por empinados tumultos,
Mirando a irrazonables personas sin rumbo,
Siguiendo los senderos de valles deliciosos,
Con tormentas de colores y espacios podridos,
Aceitosas muchedumbres ciudadanas sin pasado,
Como vagabundo insulso, como toro perdido en el bosque,
Clavaría mis cuernos en estacas de hojas si así fuera,
Estaría furioso de solo ver los tristes caminos,
Pasaría sin mirar a los perros, ni escuchar las aves que siento
dragones,
Comería de los tazones de viejos y asustaría a los bribones,
Pero como trotando más lento, deteniéndome a mirar los grandes
soles,
Sigo reptando por países lluviosos y bellos,
En axilas que parecen gordas tristes, que son imaginaciones,
Falsedades, incomprensibles y rugosas.
Llego a los enormes lirios y torres, atrapado en ellos,
torpe y cayéndome de cansancio.
Avancé en la densidad, salté ciudades enteras, pero el poema
se acaba, tengo que terminar muriendo.
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