martes, 10 de febrero de 2015
Podrías verter al nacimiento de tu llanto,
Una risa tan ansiosa, que parecerías estar de broma contigo mismo.
Podrías despegar de golpe y ponerte a tararear arreglos de cuerda.
Pero no sería correcto, ni sensato, ni valiente siquiera,
Derrotar una pasión tan rebosante, y llevarla al más frío de los olvidos.
Debes, eso sí, sacar la cara del abochornado almohadón,
Y también las piernas y los brazos y el tarugo corazón,
Debes dividir el dolor y deslavarlo tanto, que soportes llevarlo como una huella en el pecho.
Y debes colgar esos recuerdos, con un feo marco que ahuyente a la melancolía…
Y también, ¿por qué no? reírte de ti mismo por ser tan incauto.
Tendrás que apartar al amor de tu memoria, escaldar con cuidado esa tenue porción, como un cirujano de almas.
Tendrás que beber, follar y desahogarte.
Y gastar tanto dinero como no has tenido nunca en todos tus bolsillos.
Y creo que lo mejor sería dejarse de complicaciones, y guardar aquella sensación rebelde, que puede hacer chispear tus ojos, o hacerte desear la muerte bebida; en lo más recóndito de un cofre vetusto.
Una risa tan ansiosa, que parecerías estar de broma contigo mismo.
Podrías despegar de golpe y ponerte a tararear arreglos de cuerda.
Pero no sería correcto, ni sensato, ni valiente siquiera,
Derrotar una pasión tan rebosante, y llevarla al más frío de los olvidos.
Debes, eso sí, sacar la cara del abochornado almohadón,
Y también las piernas y los brazos y el tarugo corazón,
Debes dividir el dolor y deslavarlo tanto, que soportes llevarlo como una huella en el pecho.
Y debes colgar esos recuerdos, con un feo marco que ahuyente a la melancolía…
Y también, ¿por qué no? reírte de ti mismo por ser tan incauto.
Tendrás que apartar al amor de tu memoria, escaldar con cuidado esa tenue porción, como un cirujano de almas.
Tendrás que beber, follar y desahogarte.
Y gastar tanto dinero como no has tenido nunca en todos tus bolsillos.
Y creo que lo mejor sería dejarse de complicaciones, y guardar aquella sensación rebelde, que puede hacer chispear tus ojos, o hacerte desear la muerte bebida; en lo más recóndito de un cofre vetusto.
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